jueves, 17 de diciembre de 2015

Hidrografía



Primera zona: Desde el Aconcagua hasta el río Imperial. Cursos torrentosos de régimen mixto permanente, que significa una alimentación por parte de las lluvias y de los deshielos. Sus períodos de mayor caudal se presentan dos veces al año. Una primera gran crecida en el período de concentración de las lluvias (junio-julio), y una segunda crecida en la etapa de los deshielos de primavera.



La hidrografía chilena presenta características singulares según la región natural que se estudie. Estas condiciones se relacionan principalmente con factores como clima y relieve, los cuales influyen en aspectos como régimen y caudal.
De acuerdo con las características del escurrimiento superficial en el país, se puede señalar que existen tres situaciones distintas según el destino de las aguas.

Áreas arreicas: Localizadas en la zona norte de nuestro país, se asocian con cuencas que carecen de cursos de agua superficiales, o bien son esporádicos. En este caso, los drenes son absorbidos por las grandes extensiones desérticas.

Áreas endorreicas: también localizadas en la sección septentrional de Chile, preferentemente entre la primera y segunda región, en este tipo territorios la característica fundamental es la permanencia del escurrimiento al interior de la cuenca, sin tener la posibilidad de llegar al mar. Se trata de escurrimientos esporádicos que en vez de salir de la cuenca, se almacenan en un receptáculo central, tal como un salar o una laguna. Ejemplos de hoyas relacionadas con esta condición son el lago Chungará y el salar de Atacama.

Áreas exorreicas: asociadas con el tipo de drenaje más difundido en nuestro país, se presenta en gran parte del territorio nacional. En este caso, las cuencas reciben los aportes de las precipitaciones, evacuando las aguas hacia el mar. Existen muchos ejemplos de cuencas asociadas con estas condiciones, como el río Loa, el río Maipo, el río Maule, y el río Palena.

A pesar de lo anterior, en muchos casos, esta clasificación no resulta suficiente para caracterizar la hidrografía nacional. También resulta apropiado describir la conducta de los caudales según el tipo de régimen de alimentación.

·         En el norte grande (I y II regiones), donde imperan condiciones de sequedad absoluta, con fuertes oscilaciones térmicas diarias, las lluvias altiplánicas determinan la variabilidad en la conducta de los caudales, es decir, su régimen es pluvial. Tan difíciles son las condiciones para los sistemas fluviales que sólo existe un dren que escurre durante todo el año: el río Loa.

·         En el norte chico (III y IV regiones), las precipitaciones irregulares unidas a las condiciones semiáridas del clima provocan un tipo de alimentación fluvial mixto, en el cual existe un influjo de las precipitaciones sólidas caídas en la cordillera, en unión con las lluvias que caen durante el transcurso del año. En esta región natural existen abundantes acuíferos, o reservas subterráneas de agua que permiten la subsistencia de la agricultura, y de las diferentes actividades y asentamientos humanos.
·         En el valle central, a partir del Aconcagua, y hasta el canal de Chacao, se observa un tipo de alimentación fluvial, de régimen mixto, la cual es posible de escindir en dos secciones diferentes:


Segunda zona: comprende desde el Imperial hasta el Canal del Chacao. Son drenes de tipo tranquilos, regulados por los numerosos lagos existentes en el área de estudio.
·         A partir del seno de Reloncaví se produce otra zonificación, en la cual la exposición de las vertientes de la Cordillera de los Andes acentúa las manifestaciones que sobre los caudales produce la distribución de las precipitaciones.

Por un lado se encuentra la hidrografía de los archipiélagos, en la ladera occidental de la cordillera, que expone escurrimientos cortos, caudalosos, surgidos por deshielos y altamente influidos por violentas crecidas provocadas por las intensas precipitaciones que se registran.

En tanto, en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, la disminución de los montos de precipitaciones producen drenes más tranquilos, con nacimientos en sectores más bajos de la cordillera andina y caudales de menor envergadura.



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